Pan y aire para la pandemia

28 de Septiembre de 2020

Los países que, antes de la pandemia, habían priorizado la inversión en la salud pública y en el fortalecimiento de la atención primaria son los que no han suspendido la atención y los que están mejor preparados para prevenir más muertes por causas distintas a las de COVID-19.

O nos exponemos al virus o morimos de hambre es la disyuntiva diaria para millones de personas. O, como escribió Albert Camus en su novela La Peste en 1947, “pan o aire”. Quienes tienen responsabilidad sobre los servicios de salud pública corren un infortunio similar: o priorizamos la atención a las personas con COVID-19 o seguimos atendiendo a las demás como si no hubiera pandemia. El resultado es que en muchos países de América Latina y el Caribe los servicios de atención pública en salud están limitados o suspendidos.  

También a diario hay 30.000 nacimientos en la región y de ellos 4.800 nacen de una madre adolescente. Antes de que surgiera la pandemia, la mayoría de los países de América Latina y el Caribe había logrado disminuir la mortalidad causada por el embarazo, parto y postparto y la de menores de 5 años a los niveles recomendados por los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Pero con la suspensión parcial o total de los servicios de salud sexual, reproductiva y pediátrica, con las dificultades de acceso por la falta de transporte público, con el miedo a exponerse al coronavirus y con el aumento de la malnutrición causada por la pobreza, miles de mujeres, niños, niñas y adolescentes tienen el riesgo de morir por falta de atención en salud, y no por COVID-19.

En el informe Desafíos de la pandemia de COVID-19 en la salud de la mujer, de la niñez y de la adolescencia en América Latina y el Caribe, expongo la necesidad de restablecer lo antes posible los servicios esenciales de salud, de reforzar la estrategia de atención primaria y de incrementar el gasto público en salud más allá del gasto inmediato para enfrentar la pandemia. Los países que, antes de la pandemia, habían priorizado la inversión en la salud pública y en el fortalecimiento de la atención primaria son los que no han suspendido la atención y los que están mejor preparados para prevenir más muertes por causas distintas a las de COVID-19.

Aunque toda la población tenemos el riesgo de adquirir el coronavirus, la transmisión no ocurre de forma equitativa: siempre afecta con mayor proporción a las personas desatendidas por los servicios públicos. Limitar o cerrar los servicios públicos de salud está causando muertes en exceso, en particular entre quienes ya estaban en desventaja. Las respuestas a la pandemia que esquiven las necesidades de atención de la población más excluida causarán mayor sufrimiento y mayor inequidad. ¿Contribuirá a evitarlo con pan y aire?