Desafíos para atender a niños y jóvenes vulnerables durante la pandemia en Ciudad de México: experiencia de la Fundación Quiera

2 de Junio de 2020

Es necesario validar el trabajo de todas las organizaciones sociales que diariamente atienden las situaciones particulares de niños y jóvenes. Sin cada una de estas, el impacto social y económico de esta -y cualquier- crisis sería mucho peor.

Nota: Este blog forma parte de Lustig, N. & Tommasi, M. (2020). El COVID-19 y la protección social de los grupos pobres y vulnerables. UNDP. (Próximo a ser publicado)

La Fundación Quiera fue fundada en 1993 como el brazo social de la Asociación de Bancos de México. Nuestro objetivo central es el fortalecimiento institucional de organizaciones que atienden a niños y jóvenes vulnerables, en situación o riesgo de calle, de entre 0 a 25 años. La gran mayoría de ellos proviene de comunidades marginadas, con hogares monoparentales y situaciones recurrentes de violencia, tanto intra como extrafamiliar.

A lo largo de estos 26 años, hemos beneficiado, por diversos medios, a más de 307.000 niños y jóvenes, logrando resultados significativos sobre el rezago y la deserción escolar, la salud mental y también las oportunidades de acceso al mercado de trabajo para cada uno de ellos. Actualmente, trabajamos con 56 organizaciones de la sociedad civil, ubicadas en 18 estados de la República de México (las denominamos Instituciones Fortalecidas por Quiera - IFQs). Esta red de IFQs, incluye centros comunitarios e internados para personas con problemas con su entorno socioeconómico, pero que aún sostienen algún vínculo familiar; y también, centros de día y albergues para personas que viven en situación de calle, han sido abandonados desde bebes o retirados de su familia por autoridades debido a la situación que ahí vivieron.

Con la pandemia, nuestra labor se complica por dos motivos: En primer lugar, es más difícil llevar a cabo el trabajo diario, dadas las medidas de distanciamiento físico; y, en segundo lugar, el impacto económico afecta tanto a nuestra población objetivo, como a las organizaciones particulares a través de las que operamos en el territorio. Para aplacar estos efectos, implementamos diversos mecanismos que les permitan a las instituciones la continuidad de las actividades de atención y cuidado.

En los casos de extrema necesidad, como los albergues que atienden a población en situación de calle y vulnerabilidad extrema, han realizado dos esquemas de turnos: Algunos trabajadores hacen ciclos rotativos de 4 días de trabajo y 4 días de descanso; En otros casos, los trabajadores asisten al albergue durante el día y luego vuelven a sus hogares. De este modo, se aseguran que los distintos centros siempre cuenten con personas para cuidado y enseñanza. No obstante, para minimizar las chances de contagio, realizamos un fuerte trabajo de promoción del uso de alcohol en gel, barbijos, guantes de látex y el limpiado constante de manos con agua y jabón. Al mismo tiempo, en los centros comunitarios que no trabajan con población callejera, es decir, con personas que tienen contacto con sus grupos familiares, suspendieron los servicios de atención presencial, aunque, obviamente, los servicios de atención más importantes -apoyo escolar y acompañamiento emocional- los mantienen activos mediante comunicación telefónica.

Respecto al cuidado del  personal, ampliamos la oferta de servicios de cuidado emocional para los colaboradores de las IFQs. Aprovechando las diferentes alianzas que tenemos con agencias de coaching y terapeutas, hemos conseguido precios mucho más bajos que están a disposición de aquellos colaboradores que lo necesiten.

Por último, en algunos de los internados no han suspendido las actividades ni enviado a los niños y jóvenes con sus familias. Más aún, no solo no pueden suspender actividades, sino que ahora muchos de los niños o jóvenes que, en tiempos normales, volvían los fines de semana a sus hogares, se quedan en el internado. La razón es que sus padres no pueden proveerles los bienes básicos de supervivencia, ni siquiera por el fin de semana. Esto, no solo es una tragedia social, sino que además complica la situación financiera de los internados.

Para mitigar el impacto financiero del COVID-19 en todas las instituciones de nuestra red, hemos tomado algunas medidas. Por un lado, desde el punto de vista interno, permitimos a los establecimientos redireccionar recursos de la convocatoria vigente, es decir, del presupuesto 2020 para asegurar la atención de la emergencia. No obstante, las reasignaciones que se hagan no pueden comprometer los recursos asignados al pago de sueldo de los colaboradores de cada lugar. Sumado a esto, realizamos una convocatoria extraordinaria de recursos para financiar la atención de emergencia y las actividades regulares de las organizaciones. Con estas medidas, esperamos que cada organización tenga la flexibilidad de fondos suficiente para atender sus necesidades.

Por otro lado, intentamos conectar y redireccionar recursos desde los que más tienen hacia los más necesitados. Aquí, nuestro rol es facilitar la conexión entre quienes quieren donar y quienes lo necesitan. En su mayoría, estas donaciones son alimentos.

Ahora bien, de lo anterior surge que nuestra organización, al igual que muchas otras en México, lleva adelante un conjunto amplio de medidas para paliar la crisis. Pese a estos esfuerzos, el elemento que resta es el compromiso gubernamental. Desde un punto de vista estructural, el primer paso es reconocer a los niños y jóvenes como sujetos de derecho. Además, es necesario validar el trabajo de todas las organizaciones sociales que diariamente atienden las situaciones particulares de niños y jóvenes. Sin cada una de estas, el impacto social y económico de esta -y cualquier- crisis sería mucho peor.

Sin embargo, en el terreno de lo urgente, la prioridad es asegurar el acceso a salud y alimentación para las personas que atendemos y para el personal que lo hace. Hacerlo implica un esfuerzo nuestro y un compromiso del gobierno para la provisión de víveres básicos y materiales para higiene. En especial, cuando todas las organizaciones sociales tendrán crecientes dificultades para acceder a ellos. Por tanto, es imperativo recibir recursos fiscales. Esto incluye no solo dinero, sino también alimentos, barbijos, guantes y alcohol. Solo así será viable mantenernos en funcionamiento, minimizando las chances de contagio para nuestros niños, jóvenes y trabajadores.