Consecuencias de la pandemia del COVID-19 en las desigualdades sociales en el largo plazo

9 de Junio de 2020

Los recursos que poseen los progenitores afectan los logros que alcanzan sus hijos.

Nota: Este blog forma parte de Lustig, N. & Tommasi, M. (2020). El COVID-19 y la protección social de los grupos pobres y vulnerables. UNDP. (Próximo a ser publicado)

La pandemia actual está afectando seriamente la desigualdad social, la distribución de recursos en el largo plazo y la igualdad de oportunidades en numerosas dimensiones. Aquí pondremos el foco en uno de los canales de transmisión más importantes de dichos efectos en el largo plazo: la transmisión intergeneracional de la desigualdad. Este artículo resume brevemente la literatura disponible que evidencia cómo los recursos que poseen los progenitores afectan los logros que alcanzan sus hijos. La investigación tendrá el objetivo de evaluar en qué dimensiones la pandemia amplificará las desigualdades prexistentes en la sociedad. En una primera instancia, la interrelación entre la educación, el nivel de ingresos y la salud terminará por delimitar el impacto del COVID-19 sobre las generaciones futuras. Deberán diseñarse estrategias adecuadas, con vistas tanto en el tiempo presente como en el futuro próximo, para controlar la propagación y salvar vidas, así como prevenir una crisis social en el largo plazo mediante la protección de los intereses de las familias más vulnerables.

La distribución de recursos en el largo plazo y la igualdad de oportunidades, siendo ambas tan sólo algunas de las repercusiones de la pandemia, se presentan como grandes desafíos a enfrentar en diversos aspectos. Una de las consecuencias más severas de la situación actual es la intensificación de las desigualdades tanto económicas como sociales, la cual es, a la vez, un resultado de las estrategias de contención que los gobiernos se han visto forzados a adoptar en el contexto actual. Aquí pondremos el foco en uno de los canales de transmisión más importantes de dichos efectos en el largo plazo, siendo este la transmisión intergeneracional de la desigualdad.

Dado que es la primera vez que el mundo se enfrenta a circunstancias de este tipo, lograr una predicción certera basándonos en experiencias previas se vuelve una tarea casi imposible. Sin embargo, repasar la literatura existente, en particular aquella que evidencia cómo los recursos que poseen los progenitores afectan los logros que alcanzan sus hijos, podría ser de gran ayuda para la formación de estas predicciones, así como lo será el evaluar y contemplar todos los aspectos en los que la pandemia termina por magnificar desigualdades preexistentes.

El primer canal de incidencia, y probablemente el más obvio, es el de las pérdidas educativas directamente asociadas con el cierre de las escuelas. Hacia el 23 de abril de este año, unos 189 países habían decretado el cierre de establecimientos educativos a nivel nacional, una situación que terminó por afectar la formación de más de mil quinientos millones de estudiantes alrededor del mundo. Numerosas investigaciones han demostrado que la reducción de horas de estudio empobrece el desempeño académico. Estimaciones recientes en EE.UU muestran que las pérdidas agregadas del retorno individual de ingresos potenciales futuros representan un 12,7 % del PBI. De acuerdo con los resultados hallados en investigaciones que miden la disparidad educacional existente luego de las vacaciones de verano, esta situación extraordinaria probablemente afecte de manera particular a los niños en condiciones más desfavorecidas. Estos cuentan con menores oportunidades educativas fuera de las escuelas ya que sus padres no poseen un nivel de preparación adecuado para apoyarlos a continuar su proceso de formación dentro de sus hogares.  

Sumado a esto, la capacidad de las escuelas de proveer herramientas que faciliten el aprendizaje desde casa es ampliamente disparejo y depende de la disponibilidad de recursos que éstas posean, así como del nivel de gasto público destinado a educación, la disponibilidad de computadoras y el acceso a internet. En particular, la inclusión digital en zonas rurales se caracteriza por ser insuficiente y los mismos maestros posiblemente no cuenten con una cobertura de red que les permita distribuir material educativo a sus alumnos.  Mientras tanto, aquellos padres que alcanzaron mayores niveles de formación académica podrán, en la mayoría de los casos, ayudar y acompañar a sus hijos mientras estos siguen su proceso educativo desde casa.  No sólo eso, sino que también serán capaces de cumplir el rol de formadores y potenciar las habilidades de estos niños, ya que la atención será totalmente personalizada.

Estudios llevados a cabo durante la primera infancia muestran que los niños que pasan la mayor parte del tiempo con sus padres altamente calificados en vez de atender servicios de guardería presentan beneficios significativos en el desarrollo de habilidades cognitivas en el largo plazo. Aquellos niños que no cuentan con condiciones tan ventajosas se hallan en clara desventaja; sus padres tal vez desconozcan la forma de acompañarlos en el proceso educativo y no estén al tanto de la importancia de su apoyo a lo largo de este período y sus consecuencias en el largo plazo. Estos niños viven además en hogares más pequeños, más densamente habitados y sin la posibilidad de contar con espacios silenciosos que propicien el estudio. Consecuentemente, las pérdidas de capital humano serán desproporcionadas a lo largo de la distribución del ingreso, llevando a desigualdades educativas y en ingresos incluso más profundas en un futuro.

Otro posible canal de transmisión es la pérdida de empleo de los padres. Los shocks de oferta y demanda causados por la pandemia y las medidas de aislamiento han forzado al cierre de actividades de numerosas empresas. Mientras que la mayoría de los trabajadores calificados pueden continuar con sus tareas de manera remota, aquellos que no se encuentran calificados o se dedican a trabajos manuales probablemente perdieron sus puestos. Estimaciones actuales muestran que se dio una reducción total de horas trabajadas del 10,5% debido a la pandemia, afectando alrededor de 436 millones de empresas a nivel mundial. Los trabajadores del sector informal se encuentran incluso más vulnerables en las presentes circunstancias debido a que pierden casi la totalidad de sus ingresos si no son capaces de cumplir con sus tareas; se estima que sus ganancias han caído en hasta cifras del 81%. 

En consecuencia, las familias que se hallan en el escalafón base de la distribución de ingresos están atravesando circunstancias alarmantes, dada la reducción de los recursos económicos con los que cuentan y el grado de incertidumbre con el que enfrentan en su día a día. Estos shocks de naturaleza negativa tendrán un impacto profundo en las generaciones venideras, particularmente en aquellos países en los que la educación implica desembolsos económicos considerables por parte de los individuos; esto incluye tanto lugares en donde el valor de las cuotas es elevado como allí donde las disparidades entre escuelas públicas y privadas son notorias. Adicionalmente, la pérdida de empleo por parte del jefe de hogar aumenta, según estudios recientes, el grado de participación dentro del mercado laboral por parte del resto de los integrantes de dicha unidad, mejor conocido como el efecto del trabajador adicional. Esto podría llevar a que adolescentes abandonen sus estudios tempranamente para entrar cuanto antes al mercado de trabajo.

La salud es otro de los canales de incidencia de la pandemia que afecta el grado de transmisión intergeneracional del capital humano y que tiene posibles repercusiones en el largo plazo. A pesar de que, bajo circunstancias similares, la posibilidad de infección no depende de características individuales de las personas, la probabilidad de supervivencia una vez contagiado el virus se ve afectada por la edad y la presencia de patologías previas en los pacientes.

La tasa de mortalidad también podría variar según grupo socioeconómico, dependiendo del alcance y calidad del sistema de salud con el que cuente el país en cuestión. Adicionalmente, la probabilidad de contagio depende de la capacidad del individuo de llevar a cabo un aislamiento ideal y de sus posibilidades de reducción del contacto humano. Esto será viable en la medida en la que los individuos puedan trabajar a distancia, pero no será el caso de muchos puestos de trabajo ni el de familias que conviven con varias generaciones bajo un mismo techo.

Las medidas de cuarentena y el cierre de escuelas además pueden tener un impacto dramático en las desigualdades sanitarias y alimenticias, especialmente en los niños. Para muchos de ellos, las escuelas u otras instituciones educativas son su medio de acceso a una alimentación más balanceada y a servicios de salud. El cierre prolongado de escuelas y el confinamiento social pueden tener, por ende, un impacto contraproducente en la salud de los niños, llevando a casos de obesidad debido a la falta de actividad física, patrones de sueño irregulares y dietas menos nutritivas.

Muchos factores asociados a la presencia de la pandemia, tales como el miedo a contraer el virus, frustración, falta de contacto con amigos y profesores, falta de espacio personal y pérdidas económicas familiares, pueden asimismo contribuir al impacto psicológico que tiene la propagación del COVID-19; podrían llevar incluso a la formación de estrés postraumático. No es descabellado decir que las disparidades socioeconómicas  tendrán un rol clave en el grado de seriedad de estos impactos. Los efectos desiguales en la salud repercutirán de una manera particularmente dañina la productividad de los niños de hogares vulnerables en el corto y largo plazo, contribuyendo al aumento de la disparidad de habilidades presentes en la economía.

Ciertas investigaciones previas muestran que uno de los elementos fundamentales para comprender cuán nociva puede resultar la desigualdad económica, y cómo ésta afecta la igualdad de oportunidades, es la dimensión intergeneracional del fenómeno. La interrelación entre la educación, el nivel de ingresos y la salud terminará por delimitar el impacto del COVID-19 sobre las generaciones futuras. El diseño de políticas públicas e intervenciones que consideren los posibles efectos intergeneracionales de la pandemia será crucial en el proceso de mitigación del impacto que la situación actual tendrá en las sociedades en el largo plazo.

En circunstancias normales, políticas sociales tales como la provisión de salud y educación de calidad son útiles para reducir el vínculo que ata el estatus socioeconómico de los padres con el de sus hijos. Estas medidas tendrán que ser adaptadas al nuevo contexto en el que nos encontramos. Una política que alivianaría las pérdidas a nivel educativo, una vez que se consideren nuevamente seguras las clases presenciales, podría ser el recorte de semanas dedicadas a recesos escolares con el objetivo de recuperar tiempo de instrucción académica. Algunos análisis de costo-beneficio a partir de cierre de establecimientos educativos durante la epidemia de la gripe estiman que esta alternativa podría ser una vía eficiente que ayude a mitigar la propagación del virus al mismo tiempo que mantenga los costos de largo plazo lo más bajos posibles. Esto podría además aliviar, en cierta forma, a los padres de los niños afectados, quienes podrían usar el tiempo que sus hijos pasan en la escuela para intentar compensar las posibles pérdidas económicas que hayan atravesado sus hogares durante la extensión de la cuarentena. 

Otra estrategia de alta eficacia para cerrar las brechas educacionales y fortalecer la cohesión social es la implementación de sistemas colaborativos de aprendizaje entre alumnos de las mismas aulas. En cualquier caso, las medidas que finalmente se lleven a cabo deberán ser elegidas de manera sensata y tomando en consideración todo el conocimiento científico disponible. Mientras tanto, la evidencia reciente sugiere que las intervenciones que incitaban al distanciamiento social, como el cierre de escuelas y políticas de cuarentena nacional, han alcanzado satisfactoriamente sus objetivos y han evitado una mayor cantidad de muertes. Los próximos pasos a seguir deberán focalizarse en el control de la trasmisión del COVID-19, salvar vidas y, al mismo tiempo, tener en consideración los intereses de familias vulnerables. Esto último será crucial en el plan de prevención de una crisis social en el largo plazo.